
Espasmos mudos
vagan al amor deshabitado,
todos sus tiempos
devorándose al frío
Las cenizas del crepúsculo
atracando de luces
al día,
golpeando la puerta
del ataúd en la voz,
del gesto
respirándose oscuro
Insistiendo
en alcanzarme,
en encallar sus rostros
en la jornada
que escupe laberintos
Y soy yo en abandono,
suspirando balcones,
agrietando caídas
desde un color
que penas olvido
Extendiendo fisuras
en una longitud
que no alcanzo
Un muro
cubierto de muros
bebiéndose al pánico
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