Un balcón de nuncas
se abre espacio
en los vacíos
Un silencio
calcinando el estar,
el ser
extrañamente oxidado
Huyéndose de luces,
como un fuego
cantando en la tráquea
Castrando al rostro,
mutilando asilos
en lo funesto del silencio
Donde desconozco
la lluvia en la palabras
la humedad de la orilla
que me abraza ausente
Una fuga
masticando la espera,
morando pasos
en las memorias
de un sollozo
Guareciendo
a los rehenes del tiempo,
que atrevidos
desatan
naufragios de abandono
Un saber
de reconocerse
en la hora moribunda
que desposee a los ojos
-no hables-
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