jueves, diciembre 10

Rock star

Unknown author


En la fila del banco soy cantante de rock: afino mis voz (mas bien, hago ruidos extraños) antes de dar un sigiloso concierto, allí, en el espacio que queda entre el aire y el silencio, donde me escabullo a ratos a sacudirme la vida. Cierro los ojos, aprieto los dientes, para respirar profundo y preparar un grito (pero uno hacia adentro), y es justamente cuando diviso al abuelo a mi lado, erguido desde quizás que mundo, regalándome una sonrisa, una de esas escasas. Parece ser el único que escucha mi voz en este desierto, ese en mi cabeza después de la conciencia.

Con cierta tranquilidad elijo el tema indicado, el bolso que cruza mi regazo se convierte en instrumento y me permite repasar una a una las cuerdas de una guitarra. Debo hacerlo rápido, el abuelo muere por escuchar una canción, pero la fila se va acortando. La chica que va adelante, parece molesta por el ruido que alcanza a escuchar desde mis audífonos, y es que aún no puedo creer que exista gente que no haga comunión con el rock. Sigo afinando las cuerdas, me preparo para el intro, pero al parecer, la batería del reproductor no estaba lista para un concierto. Miro al abuelo con cara de espanto, pero él parece entender, parece tener más rock en los huesos de lo que aparenta, pues antes de hacer cualquier mueca, me muestra su boca despoblada de dientes, que contradictoriamente alcanza para una gran sonrisa.

miércoles, diciembre 9

Bom Voyage



La tarea del día es husmear en los rincones, sacarle la lengua al vecino cuando da la espalda y quizás comer uno o dos duraznos mientras oigo el sonido del agua correr, al regar el pasto. Con los dedos dibujo los botones de la blusa, los memorizo, me muerdo las uñas a ratos, tratando de irme bien lejos de esta estancia, donde tengo los ojos llenos de mundo y aún queda tanto por retratar.

Aquí, en esta casa, todas las cosas esconden la herida de los años, la huella secreta de la melancolía, arriando el aliento de la tarde que a veces abre la puerta los domingos. El sol se esconde en la azotea, el abuelo sigue oliendo las matas de cedrón al costado de la reja, donde todos los días gritaba el nombre del viento, después de besar a la abuela a regañadientes. Y mamá, mamá me sorprende, sigue siendo una niña desde algunas sílabas, en la palabra “helícoptero”, por ejemplo, o en ese afán de mal pronunciar las “equis” y no decir taxi, sino “taCsi”.

Solía sentarme aquí, a desdibujarle el rostro a los días, a dibujar la raíz del silencio en las ventanas, enrollando el aliento. Solía también robarle tomates a la abuela y comerlos sentada en la hierba, oliendo ese dulce corazón que poseen algunos vegetales. Este lugar susurra por las noches, guarda mis pasos en su boca, para luego hacer eco en la memoria de los míos, cuando ya no esté, cuando me vaya, cuando vuelva por más de sus rincones, a aprender su nueva voz en los espejos, en el banquillo bajo el laurel y los zorzales, en esta habitación, en esta casa.

jueves, diciembre 3

Whisper

Photo by Unknown author


Como ocultarte
Si astillas el silencio? :

tus ojos crepitan
en las calles, en las grietas
de los muros

dentro de los viejos almacenes,
que habitan los abuelos,

en la ventana del bus
camino a cualquier parte,

en el eco de tu cuerpo,
que es mi cuerpo
habitando mis costillas,

amarrado a mi sombra,
volando a ese hogar
que es la ausencia