martes, julio 17

Eco


Me naces tanto
que se agrieta el latido,
el más afilado
después de nombrarte

Y me corres en silencio,
me pedaleas,
desbaratas,
armas y desarmas

Como revoloteando palabras
en el pecho,
masticándome todos los segundos
después de desmantelarme

Me conoces en ausencia,
me habitas en el dejo,
y el caos se extiende
cuando los dedos se arrojan
a devorarse lo que no se nombra

Y es que todo se desliga
del fruto único
que abismaste abrazo,
dejándome huérfana de céfiros,
deshabitando lumbres

Donde tu calor
fue acertijo a tanta cárcel,
cerrojo a tanta impotencia,

a tanta hambruna psicosomática