domingo, agosto 20

Melancolía

 Nada detiene al latido

que hilvana una despedida,

es como la desnudez

antes de hacer el amor por las mañanas,

correr dentro de uno mismo

gritando palabras como de ceniza


es inventar el peso de otro cuerpo

como una raíz de aire,

es el vacío y su tumulto de lluvia,

lo invisible despoblando la mirada


y evadir con cierta desesperación al silencio,

es asimilar lo elocuente que es la ausencia:


esperar la tarde sintiendo aeropuertos,

abotonarse en el pecho una grieta insondable

alimentando al rumor del desamparo.