Sigues, persistes, te arrastras.
No tiene sentido sentir odio, ni tratar de sacar de mis adentros cada partícula de ese universo que nos sostuvo.
No tiene sentido, tampoco tratar de hacerle olvidar a mis sentidos lo afilado que puede ser tu prisma, tu estela, tu fulgor.
A veces vuelvo a nuestros espacios, a nuestras huellas, al continuo vaivén de los astros, a encontrarme con el vaho de esas horas, con el frío y la ansiedad de esperarte, de encontrarme en ti en los abismos, en la inmensidad de las miradas, cuando el mundo se agita y el frenesí no alcanza. Vivo ensimismada, repasando una a una tus palabras, tus gestos, la nación que creaste en mi.
Y no entiendo tu repentino silencio, el revés de la historia, tanta sombra asomando en el espejo después de tanto buscarnos. No entiendo como de pronto soy de tiza y la lluvia va borrándome de tus muros. Como de pronto me volví inoportunamente inoportuna.
Y aquí en el limbo todo se descolora, todo es un puñal dirigido a mis palabras, un astro sin órbita.
Y la música no alcanza, la poesía me descalza…
Cómo explicarte la monocromía de esto que siento?, del rigor del miedo, de la angustia de alcanzarme en dos extremos, allá en el averno, donde soy consumida por las sombras y de pronto aquí, en toda esta luz que es tu recuerdo, incluso en la distancia, en el olvido.
No te vas de mi, no te vas.
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