No pertenecer es todo un arte:
huésped de circunstancias heridas,
de fotogramas ajenos,
del vacío que crepita
como farolas enmudecidas por la bruma,
soy consciente de la solemnidad del desamparo
del silencio anguloso que, a ratos,
recorre como un buitre
el desolado deshuesadero de mis miedos,
de la tristeza de encontrarse, pero no en el resto
sino en las esquinas, en el pulso del tiempo,
en la explosión de la tarde
y el caos que agita a mis olas
es pronunciar el rito en el silencio:
una voz habitada por la niebla,
en su hundido puerto de palabras
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